El agua es un recurso alrededor del cual existe una gran sensibilidad social y está fuertemente ligada al bienestar de las personas, por lo que asegurar el suministro en calidad y cantidad es un reto permanente (Postel y Richter 2003). Son múltiples las actividades humanas en las que el agua está presente, por lo que es considerada un bien económico. Desafortunadamente en diversos lugares de México y el mundo, las carencias de saneamiento adecuado están ocasionando el deterioro de ríos y riberas (los bosques ubicados a lo largo de los ríos y arroyos), que son utilizados como vertederos de desechos de las actividades domésticas y productivas.

Estos ecosistemas (llamados dulceacuícolas) ven amenaza su biodiversidad en una proporción 5:1 respecto a las terrestres (Nilsson y Svedmark 2002). La pérdida de biodiversidad y de funciones de los ecosistemas de aguadulce también es debida a la reducción del caudal (el volumen de agua que conducen), por la extracción de agua para diversos fines. La reducción del caudal de los ríos y la excesiva carga de desechos, tiene impactos en el bienestar social, ya que los niveles que alcanza la contaminación en algunos ríos son alarmantes y ponen en riesgo la salud pública (p. ej. el Río Santiago de la cuenca Lerma-Santiago-Pacífico, en su paso por la zona industrial metropolitana de Guadalajara). En síntesis, hemos creado como sociedad un círculo vicioso alrededor de la extracción, uso y disposición del agua, siendo para México necesario crear una nueva Ley que considere las necesidades de agua de las personas, las industrias y los ecosistemas, promoviendo la inclusión de los ciudadanos, de modo que se vean reflejadas sus preocupaciones, visiones y propuestas (www.aguaparatodos.org).

Junto con las necesidades de agua que tienen la sociedad y la naturaleza, es necesario considerar los valores socioculturales que existen alrededor de este recurso. En muchas regiones de México y América Latina, existen diversos cuerpos de agua que son considerados sagrados, o bien son sitios ligados a la identidad regional. Ejemplo de ello son los humedales de Bolivia, que son reconocidos como patrimonio nacional "...componentes esenciales de los sistemas de vida, reservas y fuentes de agua dulce fundamentales para el desarrollo… y espacios simbólicos de identidad nacional" (Ministerio de Medio Ambiente y Agua 2017). El nivel de deterioro en el que se encuentran (en algunos lugares) y la necesidad de prevenir tal condición (en otros), han impulsado las propuestas de las organizaciones de la sociedad civil, que van logrando el reconocimiento de la personalidad jurídica de los ríos, como es el caso de los ríos Ganges y Yamuna en India (www.theguardian.com) y del río El Atrato en Colombia (www.earthlawcenter.org). Ante la competencia por el uso del agua que se da entre los usuarios, los ecosistemas dulceacuícolas han sido despojados de este recurso y por tanto, de los flujos de agua que les permiten existir. En estos ejemplos de los ríos en la India y en Colombia, también exhiben niveles elevados de contaminación, y el reconocimiento de su personalidad jurídica busca reducir las descargas tóxicas que reciben. Por otra parte, existen experiencias donde el reconocimiento de la personalidad jurídica a los cuerpos de agua surge de la cosmovisión de los pueblos originarios y se busca entonces la congruencia de la cosmovisión indígena con el derecho nacional, como es el caso del río Whanganui habitado y defendido por ese pueblo Maorí en Nueva Zelanda (www.bbc.com).

A nivel local, estos temas cobran gran relevancia, ya que se trata de la calidad y cantidad de agua con la que se cuenta para las actividades domésticas, productivas y culturales, y del estado de los ríos y riberas locales. En caso de existir contaminación o insuficiencia de agua, se reduce la calidad de vida de las personas que viven en barrios y colonias aledaños, o bien en comunidades rurales (incluso aguas debajo de los sitios contaminados), debido a los fuertes vínculos que existen entre el agua y la salud, la producción de alimentos y el ambiente (OMS 2011). En torno a estas preocupaciones, diversos grupos de la sociedad civil y redes configuradas con académicos, ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil y agencias de gobierno, han desarrollado experiencias de monitoreo del agua, en contextos culturales y económicos diversos, reflejando las múltiples formas de valorar el agua. Estos esquemas colaborativos han permitido la participación comunitaria en el conocimiento de sus recursos hídricos con fines educativos, de manejo de las cuencas locales o regionales, o bien de defensa ante los órganos de justicia (Deutsch et al. 2010). Estas redes de monitoreo han creado nuevas formas de vincularnos como ciudadanos y han favorecido la toma de decisiones informada, donde hay certidumbre en los datos obtenidos y sentido social en la propia estrategia de monitoreo (es decir, dónde monitorear y qué información requiere la comunidad). En países como México, donde la existencia de datos sobre el agua es muy limitada, estas redes de monitoreo realizan un papel muy relevante, ya que sus bases de datos están sirviendo como guía en el manejo del agua, de los ríos, manantiales y riberas en sus territorios (Flores-Díaz et al. 2018).

A nivel global científicos y ciudadanos estamos trabajando en el diálogo con tomadores de decisión para que las regulaciones de cada país incorporen no solo las necesidades de agua limpia y segura para las personas, sino los valores que las distintas culturas y grupos humanos tenemos alrededor del agua (www.ipbes.net). Esto requiere reconocer los aspectos biofísicos (climas, bosques, suelos, acuíferos, ríos, lagos, etc.) y socioculturales que dan sentido y contexto a los territorios que habitamos. Es necesario enriquecer estas experiencias con los saberes locales, ya que nadie conoce mejor nuestra comunidad, nuestros ríos, lagos y manantiales. Entonces, ¿qué tal les va a los ríos de tu comunidad?

En esta sección RIBEREando platicaremos de las distintos aspectos sociales y ecológicos que están ligados a la importancia del agua, los ríos y las riberas, así como las distintas formas de participación en las cuales podemos insertarnos como ciudadanos para su cuidado y recuperación.

Referencias
  • Deutsch, W., S. Ruiz-Córdova & B. Duncan (eds.) 2010. Community based water monitoring. A practical model for global watershed stewardship. Global Water Watch program, Auburn University, Alabama.
  • Flores Díaz, A., A. Quevedo Chacón, I. Ramírez Ramírez, R. Páez Bistrain y A. Larrazábal De la Vía. 2018. Community-based monitoring in response to local concerns: creating usable knowledge for water management in rural lands. Water 10 (5): 542. doi: 10.3390/w10050542
  • Ministerio de Medio Ambiente y Agua, 2017. Estrategia para la Gestión Integral de los Humedales y sitios RAMSAR en Bolivia. La Paz.
  • Nilsson, C. y M. Svedmark. 2002. Basic Principles and Ecological Consequences of Changing Water Regimes: Riparian Plant Communities. Environmental Management 30(4):468-80.
  • OMS – Organización Mundial de la Salud. 2011. Guidelines for drinking-water quality. Guía 2011.
  • Postel S. y B. Richter. 2003. Rivers for Life. Ed. Island Press.
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