Veo una llamada perdida en el celular, me logro comunicar nuevamente. La noticia fue que me habían aceptado para ser parte de la planta docente en la licenciatura de Ciencias de la Tierra en la ENES unidad Mérida de la UNAM. Regreso a contribuir a mi alma mater. Me comunico con mi familia y a planear nuevos cambios, con todo lo que implica emoción, incertidumbre. Decidimos que en lo que buscaba un lugar mis hijas se quedarían a cargo de mi esposo y aquí me tienes ejerciendo la maternidad on-line, tal vez se presta debido a que ya están “más grandes”, en la etapa de "monitoreo continúo".

Había recibido buenos comentarios de Yucatán, sobre lo bonito que es, lo seguro. Y aquí estoy en un nuevo proyecto de vida este 2021, estudiando los acuíferos cársticos. Debido a la pandemia me recomendaron estar dos semanas en casa antes de conocer la Universidad y así lo hice. El lugar donde me hospedé está a 2km y aunque todavía no hay clases presenciales fui a conocerla, podía llegar caminando por una vereda construida para andar en bici, lo cual me parece muy bien. En el recorrido cuál fue mi sorpresa que, al lado del camino, donde aparentemente no hay gente observo mucha basura desde un sillón, el colchón, pañales, aparatos electrónicos inservibles, envolturas de todo tipo. Me llena este sentimiento entre tristeza-enojo. ¿Por qué la tiraron? ¿Desde hace cuánto tiempo está ahí? Si la península de Yucatán es un acuífero cárstico (o sea es como un queso gruyere), donde hay “huecos” en el subsuelo por donde circula el agua subterránea y esto implica que los contaminantes de arriba llegan abajo y después va a nuestras casas porque el agua que consumimos en Yucatán el 100% viene del subsuelo.

También fui a bucear a los cenotes que se forman por la acción del agua debido a que están en rocas calizas (por eso el acuífero se llama cárstico). Estas rocas calizas están compuestas principalmente por carbonato de calcio y en contacto con el agua empieza a “disolver” la roca formando cavidades. A donde fui a bucear no eran cenotes turísticos y al sumergirme pude encontrar todo tipo de residuos desde un balón de futbol, la cabeza de una muñeca, un reloj, el bastón para la "selfie" y botellas de plástico. Bueno la verdad no fui a bucear, pero sí entré a una exposición llamada "El mundo que no vemos" que es un registro documental de trabajos de saneamiento que realiza la Secretaría de Desarrollo Sustentable en colaboración con el grupo espeleológico del Mayab, en donde a través de fotografías que toman los buzos en las profundidades de los cenotes nos comparten este mundo que ellos pueden observar y donde es evidente el registro del ser humano...

“Las cuevas y los cenotes representaban para los mayas un lugar espiritual donde nacía la vida y donde tenían una conexión con sus dioses y el inframundo, ahora en el presente tenemos la posibilidad de adentrarnos a esta fuente de vida y recorrer estos espacios sagrados para transmitir su importancia y maravillarnos con su belleza”

Dejemos solo la belleza.