Las riberas fluviales constituyen una de las fuentes más importantes de materia orgánica que llega al agua de los ríos y arroyos, nutriendo al ecosistema dulceacuícola. La entrada constante de restos de plantas y animales que habitan la ribera, mantiene el flujo de materia y energía en el cuerpo de agua. El aporte de la ribera a la red trófica del río, cambia en función de diversos factores, como son:

(a) los flujos de agua, que en ocasiones se comportan como un flujo constante (por ejemplo, el flujo base de un río que se mantiene aún en época de estiaje), o como pulsos de agua (entrada de agua periódica, que puede reflejarse en inundaciones de la planicie, por ejemplo; ver Junk, Bayley y Spark 1989). Estos flujos mantienen una propiedad de los sistemas fluviales (la conectividad) que permite mantener “conectados” a la ribera con el río en cuatro dimensiones (longitudinal, lateral, vertical y temporal, según Stanford 2011). En arroyos efímeros, que sólo presentan flujo de agua de forma esporádica (por ejemplo en un año lluvioso), la proporción de nutrientes (como el carbono orgánico disuelto) que entra al agua es mayor que en los arroyos permanentes, debido a que en éstos la actividad microbiana se mantiene constante (¡los microorganismos también comen!) mientras haya agua.

(b) la composición y estructura del bosque ribereño, que está asociado a la región bioclimática y al tipo de red fluvial (Naiman y Décamps 1997), ya que las geoformas locales y el comportamiento hidrológico (por ejemplo, si se trata de ríos temporales, permanentes o efímeros), moldean al bosque ribereño. Las plantas riparias están sujetas a la abrasión por parte de los sedimentos, al enterramiento y a la inundación, siendo que las especies propias de este hábitat están adaptadas a él. La presencia de especies invasoras puede indicar cambios importantes en el hábitat, como la pérdida del caudal. Las especies propias de la ribera y la estructura que presenta el bosque en ella, favorece la disponibilidad de ciertos materiales en el suelo. La materia orgánica que va quedando a disposición del sistema (o sea, constituyen la comida de los organismos del río y de la ribera) puede encontrarse en distintos formatos según su tamaño (materia orgánica particulada y/o disuelta), y su facilidad de descomposición (lábil y/o recalcitrante). El formato en que se entrega la materia orgánica al río determina qué organismos son capaces de aprovecharla.

(c) la posición del río o arroyo dentro de la red fluvial, también influyen en el aporte de nutrientes que la ribera hace al río. En los arroyos de primer orden (que no tienen afluentes arriba, ahí nace el arroyo) la ribera y su bosque proveen alrededor del 65% de la materia orgánica que alimenta al río. Es decir, la comida para los organismos dulceacuícolas de los arroyos pequeños proviene principalmente de las riberas, se trata de materia orgánica alóctona (se origina fuera del río). Conforme viaja el flujo del agua río abajo, también bajan los nutrientes, y los ríos más grandes reciben la materia orgánica que no fue aprovechada en porciones anteriores de la red (Vannote et al. 1980). En los arroyos más anchos es mayor la entrada de luz a la columna de agua y con ello se incrementa la fotosíntesis: es decir, se incrementa la proporción de materia orgánica autóctona (la fotosíntesis da la posibilidad de producir su propia comida) y se reduce la materia orgánica alóctona. Algunos autores hablan de una espiral de nutrientes, para explicar la forma en que se va transmitiendo la materia y energía a través del río (Ward y Stanford 1983).

Intentemos ahora pensar en estos tres factores operando al mismo tiempo: los flujos que conectan los ríos y sus riberas, los bosques de las riberas y el formato de materia orgánica que entregan al río, y la posición del río en la cuenca. Esto constituye uno de los retos en el manejo de las riberas fluviales, ya que las decisiones que se tomen en este corto espacio (cinturón verde), tienen repercusiones en toda la red fluvial (Thorp, Thoms y Delong 2006; Flores-Díaz et al. 2017).

Charlar sobre los servicios ecosistémicos asociados a las riberas fluviales es una forma de hacer visibles muchos de los procesos que ahí ocurren, a pesar de ser muy corta la superficie que ocupan en el territorio…

Referencias
  • Flores-Díaz, A., R. Guevara, R. Landgrave, A. Quevedo Chacón, M. Mendoza Cantú y M. Maass. 2017. Hierarchical procedure for creating local typologies for riparian zone research and management based on biophysical features. Physical Geography. Octubre 2017. doi: 10.1080/02723646.2017.1387427
  • Junk W.J., P. B. Bayley y R. E. Sparks. 1989. The flood pulse concept in river-floodplain systems. En: D. P. Dodge (ed) Proceedings of the International Large River Symposium. Can Spec Publ Fish Aquat Sci 106: 110 – 127.
  • Naiman R. y H. Décamps. 1997. The ecology of interfaces. Ann Rev Ecol Syst 1997. 28:621–58.
  • Stanford J. A. 2011. Landscapes and riverscapes. En: V. Hauer. Methods in stream ecology. Academic Press. Inc. Pp: 15-40.
  • Thorp J. H., M. C. Thoms y M. D. Delong. 2006. The Riverine Ecosystem Synthesis. Towards Conceptual Cohesiveness in River Science. EEUU: Elsevier. Academic Press
  • Vannote R. L., G. W. Minshall, K. W. Cummins, J. R. Sedell y C. E. Cushing. 1980. The river continuum concept. Can J Fish Aquat Sci 37: 130-137.
  • Ward J. y J. Stanford. 1983. The serial discontinuity concept of lotic ecosystems. En: Dynamics of lotic ecosystems. Pp: 29 - 42.

 

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