Una de las mayores ventajas de conocer la cuenca en que vivimos es que nos permite comprender cómo se mueve el agua y las distintas formas y vías en que ésta nos comunica. La conectividad hidrológica es un concepto que se usa para expresar las formas en que estamos conectados mediante flujos de agua que acarrean sedimentos, nutrientes, toxinas, organismos, etc., que corren por los ríos y arroyos en un territorio. Si miramos esta propiedad (la conectividad) de los ecosistemas de agua dulce, resultan evidentes los patrones naturales de conexión – desconexión en una cuenca, donde la presencia de agua y su movimiento constituyen el flujo que mantiene la vida. Este flujo nos hace recordar que en el paisaje no existen elementos aislados, sino que las laderas están conectadas a los arroyos y los ojos de agua a las rocas del subsuelo, por ejemplo.
En las orillas de los ríos y arroyos están ubicadas las riberas fluviales formando un ecotono entre el sistema acuático y el terrestre, que va conectando las distintas partes del paisaje en cuatro dimensiones: (1) conectan las partes altas de las cuencas (que por lo general son zonas montañosas), con las partes bajas (las zonas más planas), trayendo consigo una gran cantidad de materiales como los sedimentos, que son acarreados desde las laderas donde hay erosión. Estos sedimentos viajan por acción del agua (en su mayoría) y la rapidez de este viaje depende de factores como la pendiente de los ríos (los científicos se refieren al “poder del río”, Camporeale y cols. 2013). Los ríos y las riberas funcionan como corredores por donde se mueven muchos animales, ya que en estos sitios encuentran agua, alimento y refugio (Landeros-Sánchez y cols. 2010). Cuando se pierde la conexión natural entre los ríos de la parte alta se alteran los organismos que viven aguas abajo (por ejemplo cuando se construyen presas) por la reducción del caudal. En algunas presas del mundo han comprendido la importancia del caudal ecológico, y liberan el flujo de agua en cantidades y ritmos que simulan el patrón natural del río, permitiendo su conservación o rehabilitación (Richter y Thomas 2007).
El agua es un recurso alrededor del cual existe una gran sensibilidad social y está fuertemente ligada al bienestar de las personas, por lo que asegurar el suministro en calidad y cantidad es un reto permanente (Postel y Richter 2003). Son múltiples las actividades humanas en las que el agua está presente, por lo que es considerada un bien económico. Desafortunadamente en diversos lugares de México y el mundo, las carencias de saneamiento adecuado están ocasionando el deterioro de ríos y riberas (los bosques ubicados a lo largo de los ríos y arroyos), que son utilizados como vertederos de desechos de las actividades domésticas y productivas.
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