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Blog de la Red Mexicana de Cuencas

"Las opiniones aquí vertidas son de la exclusiva responsabilidad de(los) autor(es) y no representan necesariamente la opinión o punto de vista de la REMEXCU"

Ante los desafíos de la recuperación socioeconómica que enfrentan los países de América Latina por el COVID, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) reportó que "La pandemia ha empeorado el estado ambiental por la caída en los presupuestos del sector, el debilitamiento financiero de los sistemas de transporte público, la retracción en la vigilancia de la explotación de los recursos naturales y la orientación poco favorable al medio ambiente de la mayor parte del gasto de respuesta y recuperación, en el que se realizan cuatro unidades de gasto en actividades altas en carbono por cada unidad de gasto aplicada a opciones consideradas verdes" (CEPAL 2021, p.27).

Ante la convocatoria de la Alianza por los Ríos y las Cuencas de Costa Rica, nos hemos congregado alrededor de monitoreo comunitario, como una forma de atender varios frentes que nos impulsan hacia la sustentabilidad: (1) el conocimiento de nuestros ríos, manantiales, lagos, y sus dinámicas, los procesos de deterioro presentes y sus formas de responder ante prácticas de recuperación y manejo de las cuencas; (2) la comunicación de la importancia que tienen nuestros cuerpos de agua, para recuperar – regenerar la viabilidad socionatural del territorio; y (3) la construcción de iniciativas y experiencias colaborativas que nos acerquen al diálogo de saberes y al fortalecimiento de capacidades locales para la gestión sustentable de nuestras cuencas.

La transferencia de materia, energía u organismos, mediada por agua, entre o dentro de los elementos del ciclo hidrológico, es conocida como conectividad hidrológica (Pringle 2003). Esta conectividad se expresa en un patrón de flujo propio de cada tramo fluvial. Por eso los limnólogos dicen que "cada río es único", ya que las variaciones en las geoformas (por ejemplo, la pendiente del terreno) son muy grandes a los pocos metros de recorrido. Cuando puedas meterte a caminar dentro del cauce de un río (revisa que esté más o menos limpio), te podrás dar cuenta de que hay múltiples cambios a pesar de que hayas avanzado unos pocos metros; cambios en el tamaño de las rocas, en las formas de las tierras que atraviesa el río, en los "bancos" y "playas" del río, y en el propio cauce (más profundo, o más sinuoso, etc.).

Las rutas que toma el agua que cae sobre alguna superficie del territorio, van cambiando a lo largo de una cuenca. En las partes montañosas donde el agua apenas va juntándose para formar un pequeño arroyo, los canales son muy sombreados. Por lo general, el agua viaja muy rápido porque las pendientes son elevadas, y el papel de la zona ribereña es muy importante. Los procesos bio-geo-hidrológicos que ocurren en las riberas de esta zona tienen gran relevancia para TODA la cuenca, por dos razones (quizá más):

Los arroyos viajan acompañados de sus riberas desde las partes altas, conectando las cabeceras de la cuenca con las partes medias y bajas. Las zonas altas suelen mantener mayor proporción de bosques, y en las porciones medias y bajas suelen predominar las zonas dedicadas a la agricultura y los asentamientos humanos. Los ríos y arroyos realizan la conexión entre estas zonas, manteniendo beneficios como el suministro de agua, la regulación de su calidad, la provisión de hábitat de peces, cangrejos, caracoles, "chacalitos", que son parte de la dieta de las comunidades locales (Flores-Díaz 2014). Estas funciones de la naturaleza se traducen en servicios ecosistémicos que nos beneficia a todos, favoreciendo relaciones entre zonas que pueden estar muy distantes (por ejemplo, el bosque del municipio de Mascota en la Sierra de Vallejo, contribuye al suministro de agua para la actividad de Vallarta, que está a 50 km de distancia). Para hacer un buen manejo del agua de estas zonas, es necesario reconocer que estos procesos de conexión tienen un patrón, es decir, un comportamiento que depende de las características de la red hidrológica, y de la cantidad, calidad y temporalidad del agua.

En los paisajes que habitamos, podemos reconocer la diversidad de formas de los cerros, montañas y lomeríos, así como de los arroyos y ríos que los atraviesan. Para los grupos humanos que habitan estos “diversos paisajes” que ocurren en el planeta, es claro el valor de estos cuerpos de agua, de manera tal que el asentamiento y desarrollo de la vida económica y social ha estado ligada a ellos. En tiempos actuales atestiguamos la transformación de los paisajes, en algunos casos se han vuelto más simples e incluso, homogéneos.

Diversos estudios sobre las riberas han permitido reconocer las funciones ecológicas de los sistemas fluviales, así como comprender los factores que dirigen su dinámica y el papel de la biodiversidad. También ha sido posible reconocer los servicios ecosistémicos (SE) que las riberas brindan a la sociedad, muchos de los cuales han sido integrados a los modelos de cuencas. El siguiente cuadro sintetiza los SE reconocidos en las riberas, siendo que su presencia varía a lo largo de la red fluvial, por la heterogeneidad del sistema.

Las riberas fluviales constituyen una de las fuentes más importantes de materia orgánica que llega al agua de los ríos y arroyos, nutriendo al ecosistema dulceacuícola. La entrada constante de restos de plantas y animales que habitan la ribera, mantiene el flujo de materia y energía en el cuerpo de agua. El aporte de la ribera a la red trófica del río, cambia en función de diversos factores, como son:

Entre las funciones ecosistémicas más reconocidas de las riberas fluviales se encuentran aquellas asociadas a la regulación de la calidad del agua, como la remoción de nutrientes, sedimentos y contaminantes, y la regulación de la entrada de luz (~ temperatura) a la columna de agua (Wenger y Fowler 2000). Las funciones reguladoras de las riberas se realizan gracias a los flujos de materia y energía, por lo cual es importante conocer tanto los componentes del sistema (vegetación, suelo, agua, geoformas, fauna) como sus interacciones (Flores-Díaz et al. 2017)

Son diversas las funciones ecosistémicas asociadas a las riberas fluviales, que se traducen en beneficios para las personas y para los ecosistemas, entre las que se encuentra la estabilización de los bancos del río (Flores-Díaz, et al. 2017). Esta función es realizada por la comunidad biológica que habita las riberas, particularmente las plantas, disminuyendo la erosión en los bancos, que puede ser causada por fuerzas hídricas ya sea por el escurrimiento de las laderas adyacentes al río –ribera, o por el agua que va en el canal. Aunque son distintos, ambos procesos pueden ocasionar la pérdida del espacio ribereño que forma la interface entre los sistemas terrestres y acuáticos. El banco del río está constituido por la tierra de la orilla y definido por la cantidad de agua que regularmente corre en el cauce, indicando la “llenura” que alcanza bajo las condiciones climáticas actuales.

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