La cuenca baja del San Pedro Mezquital alberga una gran riqueza natural y un valioso tejido económico, cultural y social.
El agricultor que aprovecha el suelo fértil que queda cuando el río vuelve a su cauce tras una crecida; la niña que vive a orillas del río y conoce sus ritmos y los respeta; el ostricultor que espera las avenidas para poder sembrar sus sartas de ostión; o el panguero que organiza visitas a los canales del manglar durante la época húmeda son sólo algunas de las miles de vidas que transcurren al ritmo de las crecidas del San Pedro Mezquital. Un río es y vale mucho más que el agua que lleva, de la misma forma que un bosque es mucho más que la madera que produce. Mantengamos libre y caudaloso el San Pedro Mezquital para asegurar una gran fuente de vida y riqueza para la región.